jueves, septiembre 18, 2008

Némesis, la traición de la razón




............................................... [Banksy]




Don Juan dijo que el nagual Elías le había explicado que la característica de la gente normal, es que, compartimos una daga metafórica: la preocupación por nuestro reflejo. Con esa daga nos cortamos y nos sangramos. La tarea de las cadenas de nuestro reflejo, es darnos la idea de que todos sangramos juntos, de que compartimos algo maravilloso: nuestra humanidad. Pero si examináramos lo que nos pasa descubriríamos que estamos sangrando a solas, que no compartimos nada y que todo lo que hacemos es jugar con una obra del hombre: nuestro predecible reflejo[1].**



Que de pronto la vida nos suene como a un relato que alguna vez, Alguien, ya nos había contado, es algo que seguramente, Alguien, ya había especulado. Alguien, personaje hermético y difuso como el nagual Elías, que era sabio.



La literatura no es asunto nunca de un sujeto individual, los actores son por lo menos tres: la mano que escribe, la voz que habla (dicta y empuja) y el Dios que impone[2].



Al considerar, pues, lo que los mitos nos dicen de la vida y lo que la vida nos dice de los mitos, podemos considerar también que los sueños del hombre son los que anteceden el destino del mundo, a la vez, podemos reconocer que, si bien siempre son distintas las cosas que nos enfrentan a la vida; también siempre son las mismas, nos repetimos, y en ese repetir de necesidades vitales y anhelos estelares es que fluye nuestro mundo.



Cada instante, hacemos un promedio entre lo que nos ha pasado y lo que esperamos que nos suceda, en ese resultado es que nosotros existimos; si miramos fuera de nosotros, en un fuera al interior de las cosas, en su naturaleza misma, digamos; todo es exactitud, belleza que abruma, inmensidad verídica, eternidad sin pausa; ahora bien, si nos quitamos todo, de pronto, al fondo de nosotros mismos, encontraremos ese vacío, aquello que Husserl llamaría ego trascendental, esa Nada que nos hace sentir Todo, o si se prefiere, ese Todo que nos hace sentir Nada. La nada es lo irreductible que encuentra la libertad humana cundo pretende ser absoluta, en palabras de María Zambrano. Porque el hombre no es sino que busca ser, dice Cortazar, y la búsqueda de uno mismo es…


-según don Juan Matus-


La búsqueda de la libertad es la única fuerza que yo conozco. Libertad de volar en ese infinito. Libertad de disolverse, de elevarse, de ser como la llama de una vela, que aun al enfrentarse a la luz de un billón de estrellas permanece intacta, porque nunca pretendió ser más de lo que es: la llama de una vela[3].



Somos universo y venimos a entendernos, es decir, en el fondo, el Hombre es un ser ilimitado, por ejemplo, tiene tantas manifestaciones posibles de amor como tiene múltiplos de 2 una sucesión numérica. De este modo, el arte, también puede ser entendido como una forma de conocimiento intuitivo, algo autónomo y original que constituye una función primordial del espíritu, capaz de captar la bondad y la belleza del mundo; sin embargo, de repente, al sucumbir a la costumbre, al refugiarnos en el habito, surgen las sociedades aperimetradas; tipificadas, acechadas por el confort y el facilismo, cultura de masas aferradas a un marco de seguridad que los contiene. Preocupados por la apariencia de lo que queremos ser, nos olvidamos de lo que de por sí, ya somos. Ya que si de pronto nos aceptáramos así, luminosos como la llama de una vela, sosegados y mortecinos ante la luz absoluta de lo que nos rodea, olvidados de la férrea búsqueda de nuestro reflejo, entonces varios de esos sufrimientos individuales que, se encarnan en las actuales cadenas de nuestras rutinarias colectividades, cesarían, y al detenerse, las iglesias como los cosméticos no habrían de parecernos sino meros artificios. Y la muerte semejarnos al rival que nos reta con nuestra propia vida. Entonces el actual status quo se derrumbaría. Por ahora, siguiendo el pensamiento de Nietzche, la vanidad –según dice él filosofo- esa imagen, ese reflejo exacerbado de uno mismo, constituye un atavismo. Así pues, hoy día, la vanidad no puede ser sino el atavismo que mueve el mundo. Y las plazas comerciales, símbolo de nuestros hábitos de consumo, monumentos de la apariencia y del glamour, lo constatan. Pero no solo ellas, desde Maquiavleo, hasta la fecha, la imagen del gobernante como los sondeos de popularidad, son requisito de nuestro sistema “democrático”; materia prima de analistas informativos, mezcla y eje de lo que Sartori denominaría: Telecracia. Borges, de por sí ya decía que la democracia le parecía el cruel abuso de la estadística, pero este círculo vicioso heredado, lo explica mejor su contertuliano predilecto, Alfonso Reyes:



Los excesos democráticos provocan a su vez, la institución del impero. Los abusos corrompen al imperio, y la sociedad recae en la barbarie. En su seno se reorganiza una nueva casta aristocrática que impone el orden, y el mismo ciclo vuelve a reproducirse[4].



Se decía, nos repetimos. Mucho cuidado entonces con lo que hacemos, porque vamos siendo con eso que hacemos, ya que a la vez eso nos da forma y nos re-crea. Será posible, entonces dejar de repetirse y seguir existiendo. La palabra: palabra, es una repetición de letras lo que le da forma justamente a la p_a_l_a_b_r_a, sin esa repetición, la palabra se hunde en el silencio; ahora bien, considérese entonces que no es somero el planteamiento este de dejar de repetirse y seguir existiendo. Consideremos pues, la historia cíclica por un momento y cotejémosla con nuestra actualidad nacional. Estamos a dos años de celebrar el bicentenario de nuestra Independencia y el centenario de nuestra Revolución, y a escasos dos años de distancia, hay gobernantes amenazados de muerte y atentados terroristas contra la población, el problema es que, si recordamos nuestra Independencia y nuestra Revolución, todo aquello fue una lucha de poderes que, nos hace escribir Independencia y Revolución con mayúsculas, puesto que, lo que ahí se derramó, no fueron margaritas. Son tiempos que sacuden al hombre. Y lo que tenemos nuevamente es, un grupo de criminales contra un Estado por lo menos “dudoso” (al margen y al pie de toda inconsistencia aritmética), y desde antes de la aparición de los zetas, no menos criminal. Si el dichoso demos kratos fuese cierto; hasta se podría pecar de ciudadano y exigir, además de que se cuenten todas y cada una de las boletas, que se le realice el antidoping al presidente y también a su gabinete. Así por ejemplo, si aceptamos la crítica (el poner en crisis) como una de las características fundamentales de nuestra modernidad; podríamos preguntarnos, qué hace ese espíritu crítico -que corroe sistemas- con el individuo, sino potenciar su capacidad autodestructiva; caso representativo de las guerras, las crecientes familias disfuncionales y de las sub-cultura emo o pelilais, como se les conoce en Chile. El hombre, una vez más, es presa de su sentido del mundo. Y al igual que el sol, la luna y las estrellas; la humanidad, en su devenir, pasa y gira sobre si misma, dentro de su gran casa, la Tierra.



Gran parte de lo que somos como sociedad, se lo debemos a nuestro creciente interés por dominar la naturaleza. Así, el manejo del fuego impulso el desarrollo industrial, estimulo el salto del oficio a la industria, de la magia a la ciencia, de la alquimia a la química. La aleación de hierro con carbono creo el acero, con el acero se construyeron maquinas que crearon otras maquinas. Este “desarrollo” ha hecho, que desde 1980 la humanidad haya superado la capacidad bioecológica del planeta; sin embargo, la super-producción, hasta ahora, no ha asegurado el bien estar de nuestras sociedades, ya que por ejemplo, casi el 80% de los niños menores de 5 años que padecen hambre en el sur del mundo, viven en países con exceso de alimento. Casi la mitad de la población mundial está mal alimentada ya sea por defecto o por exceso[5]. Esta super-producción, no ha impedido que entre 1950 y el año 2000, más de mil 500 millones de personas hayan muerto de hambre. En contraste, se podría decir de nuestro país, que cada año los padres de los niños mexicanos gastan 20 mil millones de pesos en comida chatarra (por los 12 mmdp, que según datos oficiales, costaron las pasadas elecciones federales del 2006), cifra en realidad modesta si se le compara con los 5.5 mil millones de dólares que venden anualmente las empresas de golosinas en el mundo o los 23 mmdd que costaron los activos de Wirgley, afamada fabrica de goma de mascar.



La desproporción, nuestra modernidad se hunde en la desproporción, se ahoga en su propio exceso y se llena de paradojas que sin ninguna metáfora de promedio, hieren y matan. Es como si la ingeniería de lo que nos rodea, no estuviera construida por la razón del hombre, sino por su desmesurada obsesión de dominio, alimentada por la ilusión que representa la plusvalía, su sentimiento de ganancia, de usura, de usufructo; pero si la energía no se crea ni se destruye sólo se transforma, podríamos apuntar entonces que, el error que comete el hombre común es, dar por supuesto el mundo, se desentiende de sí, y se entrega a las cosas que lo embarnecen de vanidad, utiliza la apariencia como arma verosímil, pero no entiende que no gana ni pierde. No sabe que al hombre en general se le ha dado un gran Don; y es la capacidad de ante todo: ser; es el destino del universo, el que palpita en el corazón del hombre, esto, los poetas como Bolaño ya lo advertían en su Viceralismo-real, con una desambiguación de primer orden.



De lo profundo lo funesto


De lo funesto lo mórbido


De lo mórbido la lagrima


De la lagrima el lucero


Del lucero el recuerdo


Del recuerdo la luz


De la luz lo profundo


De lo profundo lo funesto






Nuestros recuerdos son espejos


De nosotros cuando éramos otros


Pensar eso y correr a escribirlo


Todo solo por el miedo al olvido


Al destino de mis cumbres desamparadas


Al pavor de que las estrellas existan


Sin que ningún asombro las vea





De los nervios a la piel y de la piel a los nervios, un universo sin conciencia de ser, es un universo incompleto. Somos y hacemos en el mundo. De tal modo que, reflexionando sobre el episodio de Edipo, retomado por el psicoanálisis moderno y, considerando en especial al pueblo mexicano, donde si una cosa está en su estado óptimo, entonces se está “a toda madre” y si por el contrario, todo está justo en su lado opuesto, entonces todo “vale madre”; así pues, en la actualidad ¿Quién se ha divorciado de su mamá? Muchas veces, en México, las ganas de violencia, se ven reflejadas en jóvenes que salen a la calle a “romper madres”. Y en el fondo, la matriz, nuestro núcleo último y primero, es lo que los Incas llamaban Pachamama y los Mayas Ixchel. Son las entrañas de nuestra Tierra lo que nos estamos devorando.



Desde hace dos siglos, el capitalismo industrial ha explotado el subsuelo, de tal forma que hoy día, los combustibles fósiles aportan el 80% de la energía que consume el mundo y, a una escala tan acelerada que, cada año utilizamos el equivalente a cuatro siglos de plantas prehistóricas. Este consumo desmesurado de hidrocarburos ha terminado por convertirse en lo que los científicos denominan: calentamiento global. La alteración de los ecosistemas, el incremento del efecto invernadero, el derretimiento de los polos, la pérdida de biodiversidad; consecuencias directas de la idea de progreso que sigue teniendo el hombre.



Como respuesta a este gravísimo problema, se ha pensado en la utilización de agro-combustibles como el etanol. Sin embargo, el inconveniente que supone esta medida, es la cantidad de tierra cultivable que se necesita para su realización, por ejemplo, Gran Bretaña necesitaría cuatro veces su territorio cultivable para mover su parque vehicular si utilizara agro-combustibles; y como no dispone de tanto territorio, lo más probable es que lo haga en el suelo de sus benefactores en vías de desarrollo, y ocupe grandes porciones de selva amazónica o de bosques tropicales. Las plantas, dice nuestra tradición mesoamericana, son nuestras abuelas; ellas conservan la memoria de la tierra, es por ello que, el 75% de las medicinas que actualmente consume el hombre, provienen de la selva, ellas son sabias y saben como curarnos, pero ahora, de extenderse la producción de los agro-combustibles, están amenazadas de muerte.



Una vez más, el hombre moderno parece delirar junto con el capitalismo verde que pretende inaugurar la conciencia ambiental, sin que los ciudadanos se bajen del auto. Alimentos y medicinas nos da la tierra. En realidad nuestra madre tiene para que todos vivamos una vida larga, alegre y digna, pero cada auto que se suma a la ciudad, es un campesino menos, con todo lo que ello implica. Desde la primera revolución industrial, la producción de las maquinas se ha realizado con el propósito de facilitarle la vida al hombre, es esa la razón que hace que cada año se sumen a las metrópolis nuevos modelos de autos, mas dinámicos, más tractivos, más veloces; mientras los ejes viales se saturan y permiten por lo menos, en la ciudad de México, una velocidad promedio de 20 kilómetros por hora. Las metrópolis, símbolo de tecnología y progreso; patrocinadoras de estrés, tutoras de la neurosis, mecenas de la devastación, avanzan y moldean la vida del hombre sin tregua. Todos los días, durante toda su vida; tal vez sea por ello, que gran parte de la vida que se desarrolla al interior de las urbes, gire en torno al mundo de las empresas, principio activo de toda gran ciudad. Siguiendo así, el paradigma automotriz, en Sevilla por ejemplo, una ciudad no muy grande al sur de España, los vehículos recorren diario 12.5 millones de kilómetros, que son 33 veces la distancia entre la Tierra y la luna[6]. A mediados del año pasado, Chrysler, la armadora de coches, se vendió en 8 mmdd, y Reuters, el servicio de información financiera por computadora, en 17 mmdd; la primera, con gran presencia en México, representa al siglo XX; la segunda al siglo XXI. Considerando pues, que en este siglo que nos aguarda, la explosión demográfica, se calcula que, aumentará a 10 mil millones de habitantes, me parece indispensable que nos preguntemos entonces, si queremos los beneficios que nos da la Tierra para que la disfruten nuestros hijos y nietos o por el contrario, los queremos para alimentar la extralimitación de lo innecesario, en nuestro presente que delira vanidad.



Ahora bien, partamos de lo imprescindible.



La filosofía clásica, de tradición aristotélica, todo lo resolvía por dos extremos –la dichosa dicotomía- y un justo medio. No hemos de entender este medio como un punto inmóvil y equidistante de los extremos, sino como una región dinámica, de influencias y tempestades en vaivén, como el revuelto camino de la conducta y la mente humanas para descubrir otra vez la conexión y la síntesis entre los fragmentos del mundo. Ya decir “fragmentos” es disparate. Hoy no vemos los seres y los objetos como contornos geométricos estáticos, sino, también, como conglomeraciones de energía en movimiento. No sólo el espíritu y la vida se mueven: también lo inerte. La física actual nos lo confirma. De suerte que la verdadera imagen del mundo es una palpitación, una maraña infinita de vibraciones en todos sentidos, aunque ello escape a nuestras torpes facultades[7].



Cuatro son las fuerzas que preponderan en el universo: Gravedad, Interacción nuclear (fuerte y débil) y electromagnetismo. La materia, es luz atrapada en la gravedad. Luz y materia son lo mismo, sólo que la primera pertenece al mundo de lo ideal y la segunda al mundo de lo real; así, el magnetismo es la forma general de ser el individuo en sí mismo. Considerando lo que se ha dicho hasta ahora, podríamos decir que la vida en sí misma es, un espacio orgánico biológico químico temporal; y que el acto de estar vivo es un acontecimiento de la conciencia, una de sus partes configura la mente que le da apariencia a nuestro mundo; de algún modo, en ella nace lo que percibimos como real. Actualmente, con el hallazgo que representa para las ciencias exactas el descubrimiento de la materia oscura y, para las ciencias sociales, las recientes indagaciones acerca del inconciente, no se puede definir qué es la Realidad ni qué es la Idealidad; sin embargo, la arrogancia de nuestra razón, cae en la ilusión de gobernar ambos reinos. Si todo fuera como antes, me susurra desde lo hondo la nostalgia. Al comienzo, cuando el hombre comprendió que sabía y quiso estar conciente de lo que sabia, perdió de vista aquello que sabia>, le asegura don Juan a Castaneda. Qué nos queda por hacer, sino considerar que formamos parte de lo inexplicable y pensar hasta en lo inimaginable como única respuesta factible.



Residentes de la tierra


Son la rueda y la retórica


En rigor también el río


La risa y nuestro destino


En azar dulcemente enlazado


Levemente al vaivén del mar dormido


Dentro de la intensidad del sueño


Al sentir que existimos


Desnudos con nuestra voz


reflejo y orilla del mundo[8]






** Citas en orden cronológico.

[1] Carlos Castaneda, El conocimiento silencioso



[2] María Luisa Maillard, El enigma de la creación literaria, Revista “Devenires”,



[3] Carlos Castaneda, El arte de ensoñar



[4] Alfonso Reyes , Los trabajos y los días



[5] Conferencia dada por el Dr. Jorge Riechmann, en la Universidad Nicolaita de Michoacan



[6] Idem



[7] Alfonso Reyes, Op. Cit.



[8] Cesárea Tinajero, Imaginación terrestre





[[La historia de las kosas]]