martes, diciembre 22, 2009

El sarcasmo del cosmos

Que no está aún en mi lengua la palabra,
Y ya tú, Yahveh, la conoces entera
Salmo 139-4

Para designar esta X nosotros preferimos emplear una palabra más comprhensiva…, la palabra espíritu. Pero ¿qué es este espíritu? Pocas veces se han cometido tantos desafueros con una palabra; una palabra bajo la cual sólo muy pocos piensan algo preciso.
Max Scheler


Las cosas no han de cambiar, sino para la conciencia que las modifica. Considerando que todo lenguaje y toda lengua con-tiene en sí misma, una metafísica implícita; aún así, pudiera disculparme de antemano, por no argumentar más que cosas imprecisas: oximorones oxidados, paradojas derruidas, retruécanos retorcidos, dicotomías desoldadas, disparates deconstruidos; dígase pues, a mi favor, que la ambigüedad, es el camino que la literatura permite, para acercarse al absoluto, vacío.

En la presente exposición evitaremos las aristas del hecho insólito, protagonizado por Jacques Derrida en 1992, al enfrentar una controversia en Inglaterra, según nos cuenta Paul Strathern en “Derrida en 90 minutos”:  Al ofrecerle la Universidad de Cambridge un titulo honorífico, se opusieron algunos miembros del claustro de profesores, la primera vez, desde que se tiene memoria, que ocurría algo semejante. Sus oponentes no se anduvieron con remilgos. Según ellos, la filosofía francesa estaba manejada por un sistema de mandarines, gurús y modas [y] no se guía por los mismos criterios de rigor y claridad propios de sus colegas británicos. Así, al despojarnos de todo aire cientificista; eludiremos también el sentido y las múltiples lecturas que, tuvo el hecho in-comodo, cuando al padre de la deconstrucción, se le descubrió en Parga -mientras dirigía un seminario- con un paquete de mariguana. En cambio, si doblamos la esquina, podemos tomar como premisa derridiana el hecho de que un texto, no tiene un centro; es decir, un significado incambiable y único, entonces la presente exposición, pendería entre el binomio del sentido y el sinsentido; cuyo único promedio acaso, podría ser, el de echar un leve vistazo, al combate con la nada.

Puestas así las cosas, podemos decir que un lector tradicional, cree que el lenguaje es capaz de expresar ideas sin cambiarlas. Todos tenemos una plataforma desde la cual nos arrojamos al mundo, podemos creer que esa plataforma es inamovible, al tiempo que es compartida por los miembros de una generación, de un grupo, de una escuela, de una época, o podemos creer, en cambio; que es el mundo mismo al que nos arrojamos, ordenamos y desordenamos, comprendemos o extrañamos todo el tiempo. Esa plataforma es la que llamaríamos, según nuestra filosofía occidental: ser en el mundo. Soy puma, soy mexicano, soy 132, soy revolucionario, soy la quimera hablando a la sombra de mi sueño despejado y otras retóricas como esa.

El lenguaje es, de cierto digo, una entidad exclusivamente espacio-temporal. Si el lenguaje es lo que nos hace ser, entonces somos tiempo. El sentido del ser, es el sentido del lenguaje, que es el ser mismo en el tiempo. Dicho de otra forma -Todo se puede decir de muchas formas, por eso Todo no cabe en el lenguaje, solo una de sus manifestaciones, uno de sus modos, de sus reflejos, de sus sentidos- se decía pues, el ser, desde que acontece, ya es historia. Por dos cosas está explícito en Heidegger, en Gadamer y en Derrida, 1) por su forma de entender el lenguaje y 2) por su manera de entender la historicidad en el ser: Ser y tiempo.  "El problema de la filosofía no es la verdad sino el lenguaje", decía el alemán.

"Heidegger, mostró que la noción de toda filosofía occidental, y su sirviente, el conocimiento científico, se basa en la idea de que de alguna manera, en alguna parte, la verdad puede ser valida en un sentido absoluto […] La verdad es valida aquí por su propia presencia. Existe. (De otro modo habría sido una ausencia). Está presencia es absoluta, garantiza la verdad absoluta. La identidad de esta presencia existente no puede ser otra cosa que una forma de ser que conoce todas las cosas y conoce la verdad de todas las cosas, incluida ella misma. Este es el significado de verdad".  

Tras la causa de sí, Pensamiento y Realidad son, una vez dadas, lo mismo. El pensamiento por ser estructurado en un lenguaje, abre un campo de sentido discursivo. Sentido y discurso son del mismo modo, idénticoz. Por donde discurren las cosas no es por otro sitio, sino por el flujo del sentido; significación de la realidad en la que existimos. Aún si la realidad no tuviese sentido -si encontramos cosas fuera de contexto o si encontramos al contexto fuera de nosotros- el hombre, al significar su entorno, adscrito a su Yo mismo, le dará el significado de sinsentido; en esa unidad, ambos casos son puramente lógicos. Antes de percibir, hay un mundo que ya somos. La existencia "precede" a la esencia. ¿Antes de la esencia: encontramos la presencia?



"¿No se puede concebir una presencia y una presencia para sí del sujeto antes de su habla o signo, una presencia para sí del sujeto en una conciencia silenciosa e intuitiva? Una pregunta semejante supone, pues, que antes del signo y fuera de él, con la exclusión de todo rastro y de toda diferancia es posible algo semejante a la conciencia. Y que, antes incluso de distribuir sus signos en el espacio y en el mundo, la conciencia puede concentrarse ella misma en su presencia". Derrida 

Presencia cuya percepción es textual, lo que provoca que veamos a la conciencia como querer-decir en la presencia para si. No hay conocimiento sin percepción, no hay percepción sin conocimiento. Conocimiento que deja una huella en nosotros: la de huellas percibiendo huellas. ¿Podemos entender, entonces, al otro como espejo de mi comprensión? En la medida que comprendo al otro, me comprendo a mi mismo; a medida que me comprendo a mi mismo, comprendo al otro. Podría decirse que, el otro lado del autor, es el lector; ambos se miran a sí mismos en el espejo del lenguaje. Se encuentran a veces a un mismo tiempo (aunque a veces, el dialogo, delate ecos de una voz remota), a veces en fechas diferidas; a fin de cuentas (si es que las cuentas tienen fin), el espejo ubicuo -en el que todos nos miramos- en todo momento refleja al autor y al lector, idénticoz a sí mismos, a la palabra, al lenguaje que los contiene, voz que los expresa, refleja y abisma. Un lenguaje se asoma a otro lenguaje y se fusionan, el promedio es un campo de sentido. Sin embargo, todavía operamos según el léxico de lo mismo que se de-limita.


"Por ejemplo, fue simplemente la gramática lo que indujo a Descartes a concluir:  'Yo pienso, luego yo existo'. Su experiencia radical de certeza no contenía, como Hume indicaría más tarde, ningún concepto de identidad, ni siquiera de causalidad […] en última instancia, Descartes era conciente sólo de la coexistencia de pensamiento y ser. Quizás su pensamiento y su existencia eran idénticos. Como Heidegger expuso más tarde, nuestra aprehensión fundamental es la de 'ser en el mundo', está es la intuición de la fenomenología, más allá de la razón y la ciencia". Op Cit.

Lo primero que comunica el hombre, es su presencia. Me leen luego existo, podría decir algún autor. Se ha dicho, por cierto, que la Palabra es la sabiduría, primicia de lo eterno, ciencia de la reflexión; la que permite la multiplicidad de resonancias. Reflejo del reflejo sí, pero de lo autentico. Se ha dado el caso, por ejemplo, en el que la gravedad del autor, reside en la persona que lo lee. De este modo, Einstein no sería sin Newton, Sócrates- quien decía que él sólo sabía lo que había escuchado decir- no tendría para nosotros tanta relevancia sin la lectura de Platón, como Husserl sin Heidegger, como Heidegger sin Gadamer o Derrida. ¿Dónde termina entonces el texto? ¿Dónde comienza? El devenir de nuestra filosofía, expresa ya, de por si, la intertextualidad de nuestro conocimiento. Y El lenguaje como el hombre son, para sí mismos: director-dirigido. La libertad que esto implica, supone la libertad misma.

"Don Juan, dijo que el nagual Elías, le había explicado que la característica de la gente normal, es que, compartimos una daga metafórica: la preocupación por nuestro reflejo. Con esa daga nos cortamos y nos sangramos. La tarea de las cadenas de nuestro reflejo, es darnos la idea de que todos sangramos juntos, de que compartimos algo maravilloso: nuestra humanidad. Pero si examináramos lo que nos pasa descubriríamos que estamos sangrando a solas, que no compartimos nada y que todo lo que hacemos es jugar con una obra del hombre: nuestro predecible reflejo". Castaneda.

Entonces, en la historia del hombre ¿podemos hablar de una evolución de las cosas? o solo de una riqueza de las formas para repetir los mismos tropiezos. Si la vida de pronto nos suena como a un relato que alguna vez, Alguien, ya nos había contado, es algo que seguramente, Alguien, ya había especulado. Alguien, personaje hermético y difuso como el nagual Elías, que era sabio.

"La literatura no es asunto nunca de un sujeto individual, los actores son por lo menos tres: la mano que escribe, la voz que habla (dicta y empuja) y el Dios que impone".

La literatura, al abrir un campo de sentido, genera un lugar para la imaginación y para el conocimiento; trópico de horizonte explorable, bosque propuesto para la búsqueda, posibilidad de universos y dimensiones; probabilidad de que se encuentren, aún en su differance.

Damos el mundo por supuesto, dejar de suponer el mundo además de ser un acuerdo Tolteca, es el precepto base de toda aventura científica, es fenomenológico. Según la fenomenología de Husserl: la verdadera realidad es la conciencia pura. Conciencia inefable, la verdadera realidad vive solo detrás del silencio, nos decía Rulfo; para dejar de hacer suposiciones, según los Toltecas, hay que aplacar el mitote: dialogo interno, soliloquio interminable, disfraz de nuestro ego; dictador-dictado: director dirigido por nuestra directriz pedestre, condición de bípedo implume; dialéctica básica de nuestro andar a tientas. La penúltima oración ¿estará bien o mal escrita? ¿Provocara risa o desatará el pánico? Nunca se sabe. Aunque Todo se sepa a sí mismo. Los lectores puede que me repudien o que me llamen…

"[Derrida ha sido considerado por algunos] el filósofo más importante del siglo XX. Desafortunadamente, nadie está seguro si el movimiento intelectual que engendró –la deconstrucción- hizo avanzar la filosofía o la asesinó." Jim Powell.

Si hemos de ser justos, habremos de buscar lo que se entiende por "justo". Delante de la gloria va la humildad. La Palabra ya nos alude un delante, lo que supone un detrás, un antes y un después; un en medio que sucede constante, aquí, todo el tiempo. Aquí y Ahora, es el lugar del colapso permanente, podríamos decir entonces, que ahora, siempre es el mejor momento, y que a la humildad, le sucede la gloria, pues, ambas, emanan del Todo que las precede; como el silencio contiene al habla. Todo causa de sí. Como dijera Eliade: "la experiencia de lo sagrado, al revelar el ser, el sentido y la verdad en un mundo desconocido, caótico y temeroso, preparó el camino para el pensamiento sistemático".

"- Es verdad: La palabra nació por sí misma dentro de lo oscuro. Aquí es necesario declarar el sentido de la oración. La palabra no es la voz que se dice y se oye. La palabra es cuna del espíritu creador. El espíritu creador que siempre fue, en las tinieblas del tiempo, vio su conciencia, y de ella nació la palabra. Por esto toda palabra debe ser sentida desde lo oscuro del pecho para que sea imagen de esa otra que nació del ser, espejo de sí mismo. […] La palabra y su eco crearon todas las cosas: desde las cosas mínimas de aquí abajo –dice Canek- hasta las cosas infinitas de allá arriba. En el tiempo, se juntaron el gusano, el hombre y la estrella; y se vio que los tres seres tenían luz, que era emanación de lo profundo puesto en ellos".

"El día en que Zinjántropo, o cualquiera de sus camaradas, uso por vez primera un símbolo articulado para representar una categoría, aumentó por este hecho, en proporciones inmensas la prohabilidad de que un día emergiera un cerebro capaz de concebir la teoría darwiniana de la evolución".

"¿12 x 0 = 0; 13 x 0 = 0; luego 12 = 13?" ¿Es el no ser? ¿Al mico gramático, la razón, más que certezas, le propone dudas? ¿Una palabra escrita, por sí misma, puede ocasionar ruydo? ¿No es cierto que lo cierto no es cierto?, ¿Todo puede ser y no ser y encontrarse? En la física cuántica, se sabe, la luz se puede contemplar como onda o como partícula –ahí- el observador es el creador de la partícula. En la literatura, el lector es el escritor del libro que lee, el libro que no termina nunca en el punto final. Todo está aquí, pero Todo está velado, por eso nos arropamos de costumbre y de conducta; en una realidad eminentemente paradójica -cuando lo extraño se hace habitual, lo habitual deja de ser extraño- adviene entonces el entorno contradictorio, irónico, armonía de contrarios; donde el absurdo es el mayor postulado de lo serio. 


En los límites de lo confuso, se dice, subyace la lucidez más plena. Así, y sin ánimo de deconstruir el concepto: “progreso”, podríamos hablar de la dialéctica hegeliana, y aseverar que en la actualidad uno se puede sentir, por ejemplo; dueño de un auto, sin caer en cuenta que al mismo tiempo, se vuelve en esclavo de éste. No sólo eso, el sistema industrial, parte de una producción lineal donde todo lo que se explota de la tierra, jamás se le devuelve; además, promete lo que no puede. Si toda la población china, por ejemplo, tuviera casa de campo, teléfono celular, automóvil propio, calefacción, computadora personal, confort a plazos fijos y prosperidad en fáciles pagos; la capacidad ecológica del planeta, no lo soportaría, cosas como ésta, plantea Eduardo Galeano, en su artículo: Ser como ellos: "Si todos los habitantes de la Tierra vivieran como un estadounidense promedio, se necesitaría el equivalente a cinco planetas para producir los recursos alimenticios y energéticos consumidos y absorber el CO2 emitido". 

Es decir, la idea de progreso, al consumir, nos consume. Del mismo modo Derrida, y la idea de 
farmakon como medicina que destruye (droguería), jamás distará de la imagen que hoy se tiene del médico actual; es decir, la de un terrorista que todos admiran, sino véase el caso de Dr. House. La matemática, por su parte, es un lenguaje alarde de nuestra razón; sin embargo, no puede más que ser honesta y aceptar, los números irracionales. Del mismo modo, al geómetra, le basta un plano bidimensional, para darnos la idea de una tercera dimensión, la tercera dimensión de una cuarta y así sucesivamente. En la Teoría de cuerdas, existe una dimensión temporal, tres dimensiones espaciales ordinarias y seis dimensiones compactificadas e inobservables; la enésima, en su tamaño máximo, sería como la trillonésima parte de un milímetro. Y a pesar de la polisemia de sentidos o dimensiones, la naturaleza de la realidad es una. Aunque tal vez, como lo aseguraba Kant, las cosas nunca son lo que son, sino lo que nos parecen ser.

"Todos los intentos de definir la deconstrucción están destinados a ser falsos […] Uno de los aspectos fundamentales en la deconstrucción es la delimitación de la ontología y, sobre todo, de la tercera persona del presente indicativo: proposiciones de la forma  'S es P'". Derrida    


Continúa...