domingo, noviembre 26, 2006

Dramática democracia


[Foto: Yazmín Ortega Cortés]

¡Nada para nadie! ¡Pelean voto por voto! ¡Y el ganador es…! Estos y otros igual de ambiguos, fueron los encabezados de los periódicos que colmaron las calles del país que sobrevivió a sus elecciones, es decir, a la intensa guerra de descalificaciones durante los 165 días de enfrentamientos obscenos, todo en el cabal margen de unas campañas con una publicidad tan desmedida como vacía.

De los 103 millones de mexicanos que habitan este país, 45 millones utilizaron su derecho al sufragio; no obstante, tras rebosar las urnas con sus anhelos, ilusiones y francos planteamientos políticos e ideológicos; todos y cada uno de los electores amanecemos preñados de incertidumbre, ansiedad e intriga. No así los candidatos punteros, quienes aseguran tener el triunfo en las manos, la verdad universal que sólo puede emanar su boca.

El alcanzar una concurrencia ciudadana de casi el 60% de los empadronados, pone al pueblo mexicano a niveles de participación encomiables, vamos, a la altura de cualquier democracia europea; no así los guiñoles que pretenden ser gobierno, quienes prometen -siempre prometen, maldita manía que tienen- respetar los resultados si y sólo si, es su partido el vencedor de las elecciones.

Del vericueto electoral del que fuimos tanto testigos como actores, se desprenden varias aristas. Por primera vez, los exiliados, las personas que fueron arrojadas a causa de la miseria endémica que sufre el país, pudieron ejercer su derecho al voto; casi 33 mil desterrados, sufragaron desde el país donde ahora dejan su entusiasmo. Por su parte, los dos partidos de reciente acuñación, conservarán su registro al superar el 2% de los sufragios. Y a varios días de la contienda, la moneda está en el aire.

Cerca de 12 mil millones de pesos le costó al país esta incertidumbre. De los impuestos de los mexicanos, según datos oficiales, a los medios de comunicación liderados por Televisa y TV Azteca, se les pagó un monto superior a los 4 mil millones de pesos por concepto de publicidad, el precio de todos y cada uno de los spots de los candidatos, fue costeado por el bolsillo de los ciudadanos, peso a peso lo hemos pagado los mexicanos.

Con el precio de tan dramática democracia, bien podríamos habernos hecho de mayor infraestructura, aportar mayores recursos para la preservación de los doce ecosistemas que México posee, hubiéramos financiado sendos proyectos para el desarrollo de nuestra incipiente industria agropecuaria, podríamos haber impulsado investigaciones en materia energética, tanto para hacer más productivas a nuestras paraestatales PEMEX y CFE, como para explorar alternativas de consumos e insumos de energía, como la eólica o la solar; en fin, todo un sin numero de demandas urgentes que el país tanto necesita. A cambio de eso, gran parte del dinero de los mexicanos, se fue a los bolsillos del señor Azcarraga y del señor Salinas Pliego, para que con esos recursos, nos den más entretenimiento, para que nos tengan elección tras elección bailando por un sueño, creyendo que México ya es otro rollo, para que desde la tele nos digan que se siente tener el privilegio de mandar y nosotros nos partamos de la risa.


Albricias prematuras

Un paupérrimo 1.04 % es la distancia de los dos punteros al terminar el conteo rápido del PREP, la nación ensaya gestos de asombro y zozobra, Andrés Manuel afirma haber ganado las elecciones por 500 mil votos, Calderón hace lo propio; un día después, se avisa que hay 3 millones de sufragios en el naufragio, “inconsistencias” les llama el IFE.

El desenlace de este reality show mediocratico, seguramente tardará meses en resolverse, y se hará en el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación (TEPJF); se resolverá en los tribunales aquello que no se pudo en las urnas. Por lo pronto los dos contendientes se declaran vencedores.

A estas alturas, absolutamente nadie, puede decir que la Democracia es el poder de las mayorías, puesto que es, lo diametralmente opuesto; y esta elección lo confirma.El número de votos con los que ganará cualquiera de los candidatos es inmensamente diminuto; por lo que la mayoría de los mexicanos será gobernado por un candidato por el cual ellos no votaron, tres cuartas partes del país será representada por una persona en la que la gente no confía en la que no cree.

Así pues, queda claro que la democracia, no garantiza la sana gobernabilidad del país, ni mucho menos, la elección del mejor mexicano para representar a una nación entera.

Tampoco se puede pasar por alto, que el candidato electo, tendrá que vérselas con las celebraciones del bicentenario de la Independencia y el centenario de la Revolución, en 1810 estalló una guerra insurgente en el territorio nacional, en 1910 la suma de inconformidades populares desemboco en una sangrienta revolución; un siglo después, todo parece indicar que seguiremos viviendo en el país donde se privatizan las ganancias y se hacen publicas las deudas, donde delincuentes, políticos y empresarios son inmunes y también impunes; los escenarios como los de Chiapas, Pasta de Conchos y Atenco no dejan de pasar; en fin, continuamos arrastrando las miserias de un pasado todavía vivo.

Oído atento al silencio

La nulidad del voto hace mucho ruido. Más del 2% de los electores, o sea, cerca de un millón de ciudadanos, decidieron sufragar en blanco y darle su confianza a nadie. Tal como quedó el escenario político, este número de votos podría haberle dado el triunfo a alguno de los dos líderes de la contienda, pero no fue así. Ciertos electores hicieron notar su hartazgo de esta tierra de promisión que los candidatos ofrecen elección tras elección, esas miles de personas, con su silencio marcaron su distancia de la lucha de intereses que resultan ser las elecciones, escaparon de esa dialéctica entre ser el chingon y ser el chingado, entre el combate del manos limpias contra el manos firmes, entre los que creen en el complo y los que defienden a ultranza todos los sospechosismos.

Ese 2% bien podría constituir un partido, el partido de los ciudadanos que conocen de la inmensidad del silencio, el de los que saben que la configuración de cualquier país depende de sus ciudadanos y de su quehacer cotidiano, de los que entienden que el reto es de todos y no sólo de fracciones partidistas; un nutrido colectivo que advierte que el atavismo y el porvenir de nuestro país, está en nuestro quehacer con y sin políticos.

Rojas

1 Comments:

Anonymous Anónimo said...

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6:53 a.m.  

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